agosto 03, 2007

LA SEGUNDA VIRREINA CRIOLLA

El director del Museo, Biblioteca y Archivo Histórico, Lozier
Almazán, presentó al disertante, Walter D´Aloia Criado
A escasos días de cumplirse el 201º aniversario de la Reconquista de Buenos Aires, acontecimiento al que estuvo ligado estrechamente San Isidro y no sólo por Juan Martín de Pueyrredon y sus tropas que marchando desde estos lares acompañando en la patriada de recuperar la entonces “gran aldea” a Santiago de Liniers, una conferencia realizada anoche permitió a numeroso y ávido público, conocer episodios reales del pasado, hechos, circunstancias, pequeñas historias ocultas o poco conocidas de la vida colonial y ciertos enlaces con los pagos sanisidrenses.

Es que anoche, en el Museo, Biblioteca, y Archivo Histórico Municipal de San Isidro "Dr. Horacio Beccar Varela", sito en Adrián Beccar Varela 774, a unos doscientos metros de la Catedral, el historiador e investigador Walter D'Aloia Criado, fue desgranando esas pequeñas grandes historias, de curiosos sucesos de aquél entonces.

Lo hizo al ofrecer su charla sobre "La Marquesa de Sobremonte: Segunda Virreina criolla". D'Aloia Criado describió con sabrosos detalles las vicisitudes y vivencias de Juana María de Larrazábal, nacida en el nuevo continente pero con aspiraciones de dama de la nobleza española; hija de un hombre que supo tener gran fortuna, en tiempos de pocos caballeros.

En su charla, el historiador reveló que ese hombre era Marcos José de Larrazábal, viudo, de 40 años y nada menos que capitán del fuerte de Buenos Aires, además de ex gobernador del Paraguay. Este militar se casa en San Isidro el 29 de octubre de 1750 con Josefa Leocadia de la Quintana y Riglos, de 19 años. La boda fue celebrada por Miguel José de Riglos, cura y vicario de San Isidro. De esa unión, nace en 1761 Juana María de Larrazábal.

A los 19 años, la protagonista de esta historia, aspiraba a casarse con un "buen partido". Y le echó el ojo nada menos que al marqués Rafael de Sobremonte Núñez Castillo Angulo Bullón y Ramírez de Arellano, militar soltero y de 35 años, que llegó al Puerto de Buenos Aires con el cargo de secretario del virreinato.

Como “buen partido” no solo lo era para la joven, sino también para la familia de ésta, gustosa del alambicado ambiente ostentoso de la entonces alta sociedad porteña. No demoró mucho la boda y comenzó el meteórico recorrido ascendente de Juana, que se aceleró en Córdoba, cuando en 1783 a marqués de Sobremonte se lo nombra gobernador de ese territorio.

Así, Juana será "la gobernadora" de un Sobremonte que ejerció con celo su puesto, fundó pueblos como la Villa del Rosario, La Carlota (en honor de Carlos III), Merlo, La Carolina, San Rafael, entre otros; aumentó los ingresos, embelleció ciudades y las mantuvo limpias.
De acuerdo con D'Aloia Criado, "Córdoba es la única ciudad argentina que le rinde culto de devoción” a un Sobremonte que “tiene parque, avenidas y hasta monumento”, según lo puesto de relieve por el historiador. Juana tenía su propia corte y fue una suerte de mecenas, promoviendo las artes, la poesía y la música, además de una madre prolífica, ya que tuvo 12 hijos.

Tras 15 años de buena vida y hacer y deshacer a gusto en los pagos cordobeses, Sobremonte es nombrado virrey. Gracias a los gentiles oficios del hermano de Juana, residente en España, al marqués no le hacen el entonces habitual “Juicio de Residencia”, suerte de rigurosa rendición de cuentas y balance de gestión que no todos pasaban airosos. Si bien D'Aloia Criado no lo dijo, ello revela que siempre hubo graciosas excepciones.

Sin embargo, la llegada de la familia Sobremonte a Buenos Aires, no fue la culminación de un largo camino emprendido hacia la aristocracia criolla, sino el principio de la caída. Juana volvió de Córdoba con singulares aires de nobleza, poniendo distancia de una sociedad que la conocía de antes.

Si bien el Cabildo ponderó las cualidades y casi exigió el nombramiento de Sobremonte como virrey, un hecho ocurrido en un "besamanos" en palacio en honor de Juana María, la virreina, provocó las iras de los cabildantes que rechazaron considerarla como una autoridad digna de reverencia.

Según D'Aloia Criado, ese hecho, casi doméstico, marcó el primer enfrentamiento entre el Cabildo y el Virrey. Poco después muere un hijo pequeño de Sobremonte y, como era habitual, se invitó a todos al funeral. Pero el Cabildo no asistió. De hecho, la “guerra” estaba declarada.

Tiempo después María del Carmen, una de las hijas de Sobremonte, se pone de novia con su primo Juan Manuel Marín y de la Quintana, antepasado de Carmen Arriola de Marín, cuyo nombre lleva el tradicional colegio de San Isidro.

En la Navidad de 1805 el joven - también militar-, viaja con Sobremonte a Montevideo. Desde allí escribe tan cariñosa como inocente carta a su novia, que incluía una posdata del marqués. En esas líneas, Sobremonte advierte a su familia sobre un posible, aunque no confirmado, arribo de tropas inglesas. La carta nunca llegó a su destinataria, pero ese escrito del virrey a su familia sirvió posteriormente para acusarlo por no haber comunicado oficialmente aquella probable incursión británica.

De allí en adelante, la historia de los personajes centrales del trabajo, es conocida en mayor o menor medida, según se la mire. Respecto de Sobremonte, al menos en cuanto a su viaje a Córdoba -que no es una huida de los ingleses, ya que está documentado que le pedían que se refugiara como el representante del rey en estas tierras que era- y su posterior viaje a España, para ser enjuiciado por su proceder. Aquel juicio, que duró 3 años, lo eximió de culpas aunque estableció malos procedimientos”, indicó el investigador.

“De Juana, caída en desgracia, sin dinero, sin pertenencias, viviendo de alguna renta y de préstamos de amigos, poco es posible decir”, indicó D´Aloia. “Vivió en humildes habitaciones de pulpería, luego viajó, primero a Montevideo y a Río de Janeiro, después, para morir enferma de tuberculosis y dejando como herencia una cómoda y algunos cubiertos”, apuntó.

“Sobremonte se quedó en España, recuperó parte de su nivel económico -que tiempo después perdió-, se casó con una mujer 30 años más joven y murió en 1827”, concluyó el historiador en medio de los aplausos de la concurrencia.

Entre el público pudo observarse, entre otros, al Dr. Raúl Máximo Crespo Montes, presidente de la Academia Provincial de Ciencias y Artes de San Isidro; el padre Edgardo Albamonte, capellán de la Hermandad Tradicionalista Carlos VII; al ingeniero Mariano Echegaray, presidente de la Asociación Amigos del Museo, Biblioteca y Archivo Histórico Municipal; a Ignacio Beccar Varela, presidente de la Asociación "Cosme Beccar"; Amalia Lagos, vicepresidente del Instituto Histórico Municipal; Martha Allen, presidenta del Instituto de Investigaciones Históricas de Beccar, Silvia Juárez e Ivonne Rousset de Tedesco, del Centro de Guías de Turismo de San Isidro; y Maria Rosa Costa Argüibel de Donadío, de la Asociación de Amigos del Museo "Brigadier General Juan Martín de Pueyrredon".

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